sábado, 4 de junio de 2011

Para pensar...

"Y, ¿cuál era la gran finalidad y resultado de estos años, de esta educación? El matrimonio, naturalmente. ...No se discutía si debíamos casarnos o no, sino con quién debíamos casarnos", dice una de ellas. Se educaba su mente en vistas al matrimonio. En vistas al matrimonio, tocaba el piano, pero no se le permitía formar parte de una orquesta; dibujaba inocentes escenas domésticas, pero no se le permitía hacer estudios de desnudo; leía este libro, pero no se le permitía leer aquél; ejercía su encanto y hablaba. En vistas del matrimonio, era su cuerpo educado; se le asignaba una doncella; las calles le estaban prohibidas; los campos también; la soledad le era denegada. A todo lo anterior quedaba sometida, a fin de que conservara el cuerpo intacto para su marido. En resumen, la idea del matrimonio condicionaba lo que decía, lo que pensaba, lo que hacía. ¿Acaso podía ser de otra manera? El matrimonio era la única profesión que se le ofrecía". (Extracto de "Tres Guineas" de Virginia Woolf; pág. 70)